Friday, November 03, 2006

Una Nada no Nihilista

Nietzsche tildaba de transmundanos a aquellos que ponían su fe "al otro lado del mundo".
Podía ser un paraíso en el cielo, el nirvana, el moksha o cualquier cosa que no fuera la vida terrena. La doctrina de Nagarjuna postula que la naturaleza de todo es la vacuidad, que incluso el ser mismo es vacío y esto es debido a la transitoriedad temporal.

Esto me llamó la atención profundamente, puesto que además vi una página en la que se etiquetaba a la doctrina de Nagarjuna como nihilista. Según esa página, para Nagarjuna el mundo no sería más que una ilusión. Es muy peligroso entender de esa manera tan sintética el pensar de Nagarjuna. Para poder ser tan sucintos, tendríamos que tener bien clara la respuesta a la pregunta ¿Qué es una ilusión? E ilusión es, ante todo, algo falso que se nos presenta como verdadero.

Nos hallamos pues, creo yo, ante un error colosal. La obtusa mente occidental está acostumbrada a entender todo en binario (si no, escuchen al Sr. Bush), asociamos de inmediato a la Nada con falsedad y al Ser con la verdad. Condiciones lógicas que no vienen al caso por ningún motivo. Esto es metafísica y la lógica está fuera de lugar.
Cuando decimos que la naturaleza de todo es la vacuidad y que incluso la vacuidad misma es el vacío, estamos hablando de una Nada que no implica una negación y tampoco una ausencia, sino más bien carencia de contenido persistente. Aquél es el sentido original de Śūnyatā.
No se puede decir entonces que el mundo es una ilusión, sino que su naturaleza es el vacío. Ante ello Nagarjuna, como el gran budista que fue, defendió el desprendimiento como el camino a seguir, como una manera de evadir el sufrimiento que genera este vacío, un situarse fuera de las cosas vacías, independiente de ellas, quedando en un espacio intermedio, en el mismo vacío absoluto y percatándose de que incluso uno mismo es el vacío y por ende, es uno con todas las cosas, que también son vacías; obteniendo finalmente un estado conocido como Nirvana, que es absoluto y eterno, ajeno al Samsara.
¿Pero que hay de mí?
Yo creo, en efecto, que la naturaleza de todo es el vacío, pero el camino que hay que seguir, en vez de desprenderse de los cascarones huecos de los que está formado el mundo, es el de arrojarse contra ellos y embestirlos. Sentir en carne propia el vacío hasta perder el vértigo.
Para ello hay que rodearse de estos cascarones, jugar y danzar con ellos y entre ellos, aferrarse a ellos con pasión, hasta sentir como se rompen o mirar a través de sus grietas.
Tal como diría Nietzsche: No importa si es falso o verdadero, si existe o no existe, es válido mientras favorezca la vida.
Por eso mismo, no importa si las cosas son en realidad vacías, hay que vivirlas, y si se destrozan dejando en evidencia su vacuidad, pese al dolor, será mejor para mi proceso vital. En el caso de que exista un estado trascendente, me ayudaría a alcanzarlo; y en el caso de no haberlo, le daría un valor agregado a mi vida como proyecto estético, un clímax trágico en una escena de esta obra.
El que la naturaleza de todas las cosas sea la vacuidad no tiene porqué devalorar las cosas, puesto que no implica que estas sean falsas. Todo está vacío, los conceptos, las cosas, las ideas, los sujetos y por ende, todos compartimos la misma esencia universal: el vacío.
O sea, mezclando ideas diversas e interpretando a mi manera, las cosas existen por cuanto son utiles a nuestro proceso vital, aunque su naturaleza sea el vacío; e incluso, a veces existen en virtud de su vacuidad. Hay que recalcar una vez más que la vacuidad es producto de la inconsistencia temporal. Darse cuenta de la vacuidad de las cosas es, ante todo, interiorizar que todo es dinámico y está sujeto al cambio. Por lo tanto, las cosas, además de tener una funcionalidad práctica informacional o de persistencia biológica, cobran otra utilidad igual o más valiosa cuando interiorizo la vacuidad de ellas: De esta manera entiendo mejor que mi vida es un proceso frágil de cambio dinámico, lo que me permite revalorar la vida y vivirla como un proceso evolutivo, evitando cualquier estancamiento, ya sea espiritual y/o estético.
Esta visión es a mi juicio muy positiva y vivencialista, contraria a cualquier nihilismo, un vivencialismo que nace de la Nada, una Nada que, a su vez, nace de la incosistencia temporal que nos permite revalorar y vivir mejor la vida.

Silent Enigma

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